Cualquier interes en alguno de estos libros enviar pedido a constanciogribaudo@gmail.com
El Arte de Amar de Erich Fromm y otros
En el prólogo de El arte de amar, que fue editado hacia 1950, Erich Fromm ya deja claro que pretende convencer al lector de que todos sus intentos de amar están abocados al fracaso si no procura desarrollar plenamente su propia personalidad; que la satisfacción en el amor personal no se alcanza sin verdadera humildad, valor, fe y disciplina. En una cultura en que estas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar.
¿El amor es un arte o sólo una sensación agradable, que uno experimenta por azar, si tiene suerte? Si es un arte, requiere conocimiento y esfuerzo. La gente opina que el amor es importante, de hecho todo el mundo está sediento de amor, pero casi nadie piensa que hay que aprender algo sobre el amor. Para la mayoría de las personas, el problema del amor consiste en ser amado más que en ser capaz de amar. Se suele creer que el amor es un problema de objeto y no de facultad. Es decir se piensa que amar es fácil y que la dificultad estriba en encontrar el objeto idóneo, para amarlo o ser amado por él.
Con esta visión, en una cultura donde prevalece la orientación mercantil y el éxito material constituye el valor predominante, no sorprende que las relaciones amorosas sigan el mismo patrón de intercambio que gobierna el mercado de bienes de consumo y de trabajo.
Continua diciendo Fromm que el primer paso es tomar conciencia de que el amor es un arte y que el proceso de aprendizaje consiste en conocer la teoría y dominar la práctica, hasta llegar al desarrollo de la intuición, que es la esencia de cualquier arte. Esto requiere disciplina, concentración y paciencia; pero hace falta también otro factor, el interés, es decir, considerar que no hay nada tan importante como el arte a cuya maestría se aspira.
.
Y tal vez radica aquí el motivo por el que pocas personas lo alcanzan, porque a pesar del profundo anhelo de amor dedicamos casi toda nuestra energía a conseguir éxito, prestigio, dinero o poder y prácticamente ninguna a aprender el arte de amar.
.
Al desarrollar su teoría del amor, Fromm advierte que el libro defraudará a quienes esperen una instrucción fácil y afirma que amar consiste fundamentalmente en dar, no en recibir; que la capacidad de amar, de dar, depende del grado de desarrollo personal, de la medida en que se ha vencido la dependencia, la prepotencia, el deseo de explotar a otros o el de acumular y se ha incrementado la confianza en uno mismo. Si faltan esas cualidades, el individuo tiene miedo a darse y por lo tanto a amar.
El amor maduro significa unión bajo la condición de preservar la propia integridad e individualidad. Todas las formas de amor tienen una serie de elementos comunes e interrelacionados, como la capacidad de cuidar, es decir trabajar para hacer crecer aquello que amamos; responsabilidad, en el sentido de estar atento y disponible para responder a las demandas de la otra persona; respeto, para que la persona amada se desarrolle según su propia personalidad y con sus propios medios, porque el respeto existe sólo desde la base de la libertad; conocimiento, porque no es posible respetar sin conocer las causas del comportamiento del otro y eso se consigue a medida que se profundiza en la experiencia de unión.
El hombre moderno, afirmaba Fromm hace más de sesenta años, está alienado de si mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que ha de producir el máximo rendimiento posible en las condiciones del mercado.
El amor es un desafío constante, un moverse, crear y trabajar juntos. Que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario; lo fundamental es que dos seres se experimenten desde la esencia de su existencia. Sólo hay una prueba de la presencia del amor: la profundidad de la relación y la vitalidad y fuerza de las personas implicadas; este es el fruto que nos permite reconocerlo
La principal condición para la consecución del amor es la superación del propio narcisismo. El polo opuesto del narcisismo lo constituye la objetividad, es decir, la capacidad de ver a las personas y las cosas tal como son, sin interferencias de nuestros propios deseos y temores. La facultad que permite pensar con objetividad es la razón y la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. El amor requiere el desarrollo de la humildad, de la objetividad y de la razón
Fuente : Revista AIPOTU
LA LIBERTAD DE ELEGIR
Viktor E. Frankl fue un psiquiatra vienés que partiendo del psicoanálisis creó la logoterapia, un tratamiento basado en ayudar a las personas a esclarecer el sentido de su vida. Su terrible experiencia en campos de concentración en la Alemania nazi fue una clara inspiración en su psicología existencial.
Frankl cuenta que tras una de las jornadas de trabajos forzados y continuas humillaciones, agotado en su celda, empezó a tomar conciencia de lo que denominó la libertad última del ser humano. Se percató de que lo único que sus carceleros no podían arrebatarle era la voluntad de elegir su actitud ante tales circunstancias. Aunque le torturasen o intentaran reducir su identidad a un número, podía conservar un vestigio de su libertad afrontando con dignidad cualquier situación. En ese lugar en que todos eran despojados de su condición anterior, lo que diferenciaba a las personas era su actitud, independientemente de si fueran guardias o prisioneros, pues algunos vigilantes mostraban más humanidad que ciertos presos.
Observó que, ante una circunstancia límite, los individuos podían pasar a ser juguetes de la situación, dejando aflorar su faceta más ruin. Pero también podía ser una oportunidad muy poderosa para crecer a nivel humano y espiritual. Comprendió que ante el sufrimiento el hombre puede ir más allá de sí mismo manteniendo su integridad.
Estas ideas que Viktor Frankl rescató de sus experiencias en realidad forman parte de la singularidad del ser humano. En la pasión de Jesucristo podemos ver un sobrecogedor ejemplo de lo que significa aceptar un duro destino, con un significado de amor, enseñanza y comprensión que va más lejos de una vida individual. Y día a día las personas que encaran una grave enfermedad o momentos dolorosos con aceptación y entereza nos ofrecen una valiosa muestra de que el sufrimiento puede movilizar grandes recursos en el ser humano.
LA CLAVE ES LA ACTITUD
Con una actitud positiva incluso de la situación más terrible se puede sacar provecho, mientras que cuando es negativa hasta el paraíso puede convertirse en un infierno. Cuando se cree que la satisfacción proviene de fuera, se busca en otras personas o posesiones la plenitud que se ansía. Sin embargo, eso lleva a frustrarse o enojarse con el mundo por creerlo culpable del propio malestar. En realidad la satisfacción es algo que uno gesta y debe hacer crecer como actitud en su interior, adquiriendo así una nueva responsabilidad.
A veces no podemos cambiar las circunstancias, pero sí podemos modificar la actitud que tenemos hacia ellas. A menudo aceptar un sufrimiento permite liberarse y lograr algo atravesando el dolor. La resistencia y la lucha contra las circunstancias nos estanca en el sufrimiento, mientras que la aceptación abre la puerta a una verdadera paz interna.
Sin embargo, no sólo en situaciones excepcionalmente dolorosas el individuo puede lograr un atisbo de su trascendencia. En la vida cotidiana la persona puede tener conciencia de su misión personal, preguntándose qué es lo que la vida espera de ella, ante qué se siente responsable. Vivir con sentido significa asumir la responsabilidad de hallar la respuesta y la actitud correcta ante los problemas que plantea la existencia. Dichas tareas, y con ello el sentido de la vida, difieren de una persona a otra, y pueden cambiar a lo largo del proceso vital pero nunca cesan.
TENER UN FIN
El ser humano necesita mirar hacia el futuro. Quien pierde su fe y su esperanza en el porvenir, simplemente se abandona. La vida necesita del motor del entusiasmo para seguir adelante, pues si uno cree que todavía le esperan cosas que realizar saca mayor partido de su fuerza, y puede resistir incluso las circunstancias más adversas. Así le sucedió a Viktor Frankl, que en los momentos más duros se imaginaba dando charlas sobre sus experiencias una vez acabada la guerra. Cuando se tiene una clara comprensión de los propósitos personales se entiende y puede soportar mejor el momento presente.
La responsabilidad siempre viene de la mano de la conciencia. No se puede ser plenamente responsable de algo de lo que no se es consciente. Por esa razón, para lograr conducir la propia vida, es necesario llevar al máximo ese privilegio humano que es la conciencia. Cuando uno consigue conocerse mejor recupera esa conexión esencial con su fuente interna, donde residen sus partes oscuras pero también sus mejores recursos. Precisamente ahí está el secreto. Pues las respuestas más importantes no están fuera, sino dentro de uno mismo. Por eso, quien busca, quien cree que le falta algo o quien se siente insatisfecho, sólo podrá hallar una auténtica solución cuando empiece a mirar dentro de sí y a retirar los velos que desdibujan su alma.
DOS COLUMNAS SÓLIDAS
Dos caminos para hallar sentido a la vida son lo que uno cree, es decir los principios y valores personales, y lo que uno hace o aporta al mundo. Saber qué es lo verdaderamente esencial para uno, definiendo la propia escala de valores y actuando en referencia a ella, es lo que da integridad y coherencia a la persona. Tener unos valores firmes es como poseer sólidas columnas que dan seguridad interna necesaria, en lugar de buscarla fuera en la inestable opinión de los demás.
Por otra parte, lo que se realiza con inspiración y creatividad, que puede tener que ver o no con el oficio, también desvela la finalidad en la vida. Conocer esta misión personal, que vendría a ser por lo que uno siente que la vida le ha llamado y a lo que desea entregarse en cuerpo y alma, ayuda a saber quiénes somos y para qué estamos aquí. El entusiasmo y la energía aumentan asombrosamente cuando se empieza a seguir la inspiración real de cada uno. Es una señal de que se está en un camino adecuado. Como decía Nietzsche: «quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo».
DECIDE LO QUE QUIERES SER
El individuo se halla constantemente en la encrucijada de tomar una decisión. Pero la mayor elección que realiza se refiere a sí mismo, al tipo de persona hacia la que evoluciona. Cada decisión es como un movimiento en un tablero de ajedrez en el que se resuelve la partida personal. Al llevar a cabo una jugada se esboza un camino que conllevará ciertas cosas, mientras que se desestiman las demás posibilidades. A través de estas elecciones cada uno realiza su vida y su camino como persona.
Stephen R. Covey, autor del conocido libro: «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva», defiende que «entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir». Ciertas personas en algún momento descubren que tienen en sus manos la capacidad de hacerse sentir mejor a sí mismas y a los demás, y ese hallazgo da un giro a sus vidas. Uno puede considerarse un títere de las situaciones, o darse cuenta de que todo depende de cómo elige tomarse lo que le sucede. Ante una misma situación se puede reaccionar con enfado o con amor, con cerrazón o apertura, manifestando lo peor o lo mejor de uno mismo.
Una reciente película de animación infantil titulada: «El gigante de hierro» ofrece una metáfora eficaz de lo que significa esta elección a través de la relación entre un niño y un gigante. El gigante, a pesar de ser un arma diseñada para matar, consigue mostrar su faceta más humana y compasiva gracias al mensaje que le repite su pequeño amigo: «Tú eliges lo que quieres ser». En esta historia cada uno puede entrever su propia batalla interna. Todos nos debatimos en algún momento entre manifestar nuestros aspectos más acorazados, agresivos y robotizado o dejar salir nuestra parte más humana. Posiblemente esta película también sugiere que a través de la confianza y la apertura que caracterizan a la infancia uno puede abrirse al amor hacia los demás.
LA RESPUESTA: EL PRESENTE
En cierto modo la vida nos pone a prueba a cada instante para mostrar lo que somos y lo que hemos aprendido. El momento presente es el que nos permite pasar a la acción y realizar las posibilidades haciéndolas realidad. Por eso merece la pena estar atento y no dejar pasar las oportunidades. Toda posibilidad siempre es transitoria y es preciso intentar tomar la mejor decisión de manera consciente y responsable.
Cada momento aporta y enseña cosas distintas. Las diversas situaciones que acontecen son las asignaturas más importantes. Y el gran examen final deviene cuando la existencia toca a su fin, cuando cada uno puede valorar lo que ha realizado en su paso por la vida.
Pero es en este instante, ahora y aquí, cuando podemos elegir ser coherentes con nuestra esencia. Arriesgarse a descubrir y a seguir la inspiración interior es quizá lo único que puede llenar de significado la propia vida.
Cristina Llagostera
.
El Arte de Amar de Erich Fromm y otros
En el prólogo de El arte de amar, que fue editado hacia 1950, Erich Fromm ya deja claro que pretende convencer al lector de que todos sus intentos de amar están abocados al fracaso si no procura desarrollar plenamente su propia personalidad; que la satisfacción en el amor personal no se alcanza sin verdadera humildad, valor, fe y disciplina. En una cultura en que estas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar.
¿El amor es un arte o sólo una sensación agradable, que uno experimenta por azar, si tiene suerte? Si es un arte, requiere conocimiento y esfuerzo. La gente opina que el amor es importante, de hecho todo el mundo está sediento de amor, pero casi nadie piensa que hay que aprender algo sobre el amor. Para la mayoría de las personas, el problema del amor consiste en ser amado más que en ser capaz de amar. Se suele creer que el amor es un problema de objeto y no de facultad. Es decir se piensa que amar es fácil y que la dificultad estriba en encontrar el objeto idóneo, para amarlo o ser amado por él.
Con esta visión, en una cultura donde prevalece la orientación mercantil y el éxito material constituye el valor predominante, no sorprende que las relaciones amorosas sigan el mismo patrón de intercambio que gobierna el mercado de bienes de consumo y de trabajo.
Continua diciendo Fromm que el primer paso es tomar conciencia de que el amor es un arte y que el proceso de aprendizaje consiste en conocer la teoría y dominar la práctica, hasta llegar al desarrollo de la intuición, que es la esencia de cualquier arte. Esto requiere disciplina, concentración y paciencia; pero hace falta también otro factor, el interés, es decir, considerar que no hay nada tan importante como el arte a cuya maestría se aspira.
.
Y tal vez radica aquí el motivo por el que pocas personas lo alcanzan, porque a pesar del profundo anhelo de amor dedicamos casi toda nuestra energía a conseguir éxito, prestigio, dinero o poder y prácticamente ninguna a aprender el arte de amar.
.
Al desarrollar su teoría del amor, Fromm advierte que el libro defraudará a quienes esperen una instrucción fácil y afirma que amar consiste fundamentalmente en dar, no en recibir; que la capacidad de amar, de dar, depende del grado de desarrollo personal, de la medida en que se ha vencido la dependencia, la prepotencia, el deseo de explotar a otros o el de acumular y se ha incrementado la confianza en uno mismo. Si faltan esas cualidades, el individuo tiene miedo a darse y por lo tanto a amar.
El amor maduro significa unión bajo la condición de preservar la propia integridad e individualidad. Todas las formas de amor tienen una serie de elementos comunes e interrelacionados, como la capacidad de cuidar, es decir trabajar para hacer crecer aquello que amamos; responsabilidad, en el sentido de estar atento y disponible para responder a las demandas de la otra persona; respeto, para que la persona amada se desarrolle según su propia personalidad y con sus propios medios, porque el respeto existe sólo desde la base de la libertad; conocimiento, porque no es posible respetar sin conocer las causas del comportamiento del otro y eso se consigue a medida que se profundiza en la experiencia de unión.
El hombre moderno, afirmaba Fromm hace más de sesenta años, está alienado de si mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que ha de producir el máximo rendimiento posible en las condiciones del mercado.
El amor es un desafío constante, un moverse, crear y trabajar juntos. Que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario; lo fundamental es que dos seres se experimenten desde la esencia de su existencia. Sólo hay una prueba de la presencia del amor: la profundidad de la relación y la vitalidad y fuerza de las personas implicadas; este es el fruto que nos permite reconocerlo
La principal condición para la consecución del amor es la superación del propio narcisismo. El polo opuesto del narcisismo lo constituye la objetividad, es decir, la capacidad de ver a las personas y las cosas tal como son, sin interferencias de nuestros propios deseos y temores. La facultad que permite pensar con objetividad es la razón y la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. El amor requiere el desarrollo de la humildad, de la objetividad y de la razón
Fuente : Revista AIPOTU
LA LIBERTAD DE ELEGIR
Viktor E. Frankl fue un psiquiatra vienés que partiendo del psicoanálisis creó la logoterapia, un tratamiento basado en ayudar a las personas a esclarecer el sentido de su vida. Su terrible experiencia en campos de concentración en la Alemania nazi fue una clara inspiración en su psicología existencial.
Frankl cuenta que tras una de las jornadas de trabajos forzados y continuas humillaciones, agotado en su celda, empezó a tomar conciencia de lo que denominó la libertad última del ser humano. Se percató de que lo único que sus carceleros no podían arrebatarle era la voluntad de elegir su actitud ante tales circunstancias. Aunque le torturasen o intentaran reducir su identidad a un número, podía conservar un vestigio de su libertad afrontando con dignidad cualquier situación. En ese lugar en que todos eran despojados de su condición anterior, lo que diferenciaba a las personas era su actitud, independientemente de si fueran guardias o prisioneros, pues algunos vigilantes mostraban más humanidad que ciertos presos.
Observó que, ante una circunstancia límite, los individuos podían pasar a ser juguetes de la situación, dejando aflorar su faceta más ruin. Pero también podía ser una oportunidad muy poderosa para crecer a nivel humano y espiritual. Comprendió que ante el sufrimiento el hombre puede ir más allá de sí mismo manteniendo su integridad.
Estas ideas que Viktor Frankl rescató de sus experiencias en realidad forman parte de la singularidad del ser humano. En la pasión de Jesucristo podemos ver un sobrecogedor ejemplo de lo que significa aceptar un duro destino, con un significado de amor, enseñanza y comprensión que va más lejos de una vida individual. Y día a día las personas que encaran una grave enfermedad o momentos dolorosos con aceptación y entereza nos ofrecen una valiosa muestra de que el sufrimiento puede movilizar grandes recursos en el ser humano.
LA CLAVE ES LA ACTITUD
Con una actitud positiva incluso de la situación más terrible se puede sacar provecho, mientras que cuando es negativa hasta el paraíso puede convertirse en un infierno. Cuando se cree que la satisfacción proviene de fuera, se busca en otras personas o posesiones la plenitud que se ansía. Sin embargo, eso lleva a frustrarse o enojarse con el mundo por creerlo culpable del propio malestar. En realidad la satisfacción es algo que uno gesta y debe hacer crecer como actitud en su interior, adquiriendo así una nueva responsabilidad.
A veces no podemos cambiar las circunstancias, pero sí podemos modificar la actitud que tenemos hacia ellas. A menudo aceptar un sufrimiento permite liberarse y lograr algo atravesando el dolor. La resistencia y la lucha contra las circunstancias nos estanca en el sufrimiento, mientras que la aceptación abre la puerta a una verdadera paz interna.
Sin embargo, no sólo en situaciones excepcionalmente dolorosas el individuo puede lograr un atisbo de su trascendencia. En la vida cotidiana la persona puede tener conciencia de su misión personal, preguntándose qué es lo que la vida espera de ella, ante qué se siente responsable. Vivir con sentido significa asumir la responsabilidad de hallar la respuesta y la actitud correcta ante los problemas que plantea la existencia. Dichas tareas, y con ello el sentido de la vida, difieren de una persona a otra, y pueden cambiar a lo largo del proceso vital pero nunca cesan.
TENER UN FIN
El ser humano necesita mirar hacia el futuro. Quien pierde su fe y su esperanza en el porvenir, simplemente se abandona. La vida necesita del motor del entusiasmo para seguir adelante, pues si uno cree que todavía le esperan cosas que realizar saca mayor partido de su fuerza, y puede resistir incluso las circunstancias más adversas. Así le sucedió a Viktor Frankl, que en los momentos más duros se imaginaba dando charlas sobre sus experiencias una vez acabada la guerra. Cuando se tiene una clara comprensión de los propósitos personales se entiende y puede soportar mejor el momento presente.
La responsabilidad siempre viene de la mano de la conciencia. No se puede ser plenamente responsable de algo de lo que no se es consciente. Por esa razón, para lograr conducir la propia vida, es necesario llevar al máximo ese privilegio humano que es la conciencia. Cuando uno consigue conocerse mejor recupera esa conexión esencial con su fuente interna, donde residen sus partes oscuras pero también sus mejores recursos. Precisamente ahí está el secreto. Pues las respuestas más importantes no están fuera, sino dentro de uno mismo. Por eso, quien busca, quien cree que le falta algo o quien se siente insatisfecho, sólo podrá hallar una auténtica solución cuando empiece a mirar dentro de sí y a retirar los velos que desdibujan su alma.
DOS COLUMNAS SÓLIDAS
Dos caminos para hallar sentido a la vida son lo que uno cree, es decir los principios y valores personales, y lo que uno hace o aporta al mundo. Saber qué es lo verdaderamente esencial para uno, definiendo la propia escala de valores y actuando en referencia a ella, es lo que da integridad y coherencia a la persona. Tener unos valores firmes es como poseer sólidas columnas que dan seguridad interna necesaria, en lugar de buscarla fuera en la inestable opinión de los demás.
Por otra parte, lo que se realiza con inspiración y creatividad, que puede tener que ver o no con el oficio, también desvela la finalidad en la vida. Conocer esta misión personal, que vendría a ser por lo que uno siente que la vida le ha llamado y a lo que desea entregarse en cuerpo y alma, ayuda a saber quiénes somos y para qué estamos aquí. El entusiasmo y la energía aumentan asombrosamente cuando se empieza a seguir la inspiración real de cada uno. Es una señal de que se está en un camino adecuado. Como decía Nietzsche: «quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo».
DECIDE LO QUE QUIERES SER
El individuo se halla constantemente en la encrucijada de tomar una decisión. Pero la mayor elección que realiza se refiere a sí mismo, al tipo de persona hacia la que evoluciona. Cada decisión es como un movimiento en un tablero de ajedrez en el que se resuelve la partida personal. Al llevar a cabo una jugada se esboza un camino que conllevará ciertas cosas, mientras que se desestiman las demás posibilidades. A través de estas elecciones cada uno realiza su vida y su camino como persona.
Stephen R. Covey, autor del conocido libro: «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva», defiende que «entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir». Ciertas personas en algún momento descubren que tienen en sus manos la capacidad de hacerse sentir mejor a sí mismas y a los demás, y ese hallazgo da un giro a sus vidas. Uno puede considerarse un títere de las situaciones, o darse cuenta de que todo depende de cómo elige tomarse lo que le sucede. Ante una misma situación se puede reaccionar con enfado o con amor, con cerrazón o apertura, manifestando lo peor o lo mejor de uno mismo.
Una reciente película de animación infantil titulada: «El gigante de hierro» ofrece una metáfora eficaz de lo que significa esta elección a través de la relación entre un niño y un gigante. El gigante, a pesar de ser un arma diseñada para matar, consigue mostrar su faceta más humana y compasiva gracias al mensaje que le repite su pequeño amigo: «Tú eliges lo que quieres ser». En esta historia cada uno puede entrever su propia batalla interna. Todos nos debatimos en algún momento entre manifestar nuestros aspectos más acorazados, agresivos y robotizado o dejar salir nuestra parte más humana. Posiblemente esta película también sugiere que a través de la confianza y la apertura que caracterizan a la infancia uno puede abrirse al amor hacia los demás.
LA RESPUESTA: EL PRESENTE
En cierto modo la vida nos pone a prueba a cada instante para mostrar lo que somos y lo que hemos aprendido. El momento presente es el que nos permite pasar a la acción y realizar las posibilidades haciéndolas realidad. Por eso merece la pena estar atento y no dejar pasar las oportunidades. Toda posibilidad siempre es transitoria y es preciso intentar tomar la mejor decisión de manera consciente y responsable.
Cada momento aporta y enseña cosas distintas. Las diversas situaciones que acontecen son las asignaturas más importantes. Y el gran examen final deviene cuando la existencia toca a su fin, cuando cada uno puede valorar lo que ha realizado en su paso por la vida.
Pero es en este instante, ahora y aquí, cuando podemos elegir ser coherentes con nuestra esencia. Arriesgarse a descubrir y a seguir la inspiración interior es quizá lo único que puede llenar de significado la propia vida.
Cristina Llagostera
.
Comentarios